Vera apresuró el paso, no quería llegar tarde. Especialmente este año, todo el mundo la aguardaba impaciente. Los últimos meses habían sido un poco duros y ella no quería defraudar.
Toc, toc, llamó con los nudillos pero no esperó a que Erno abriera la puerta. Sin duda estaría esperando en el recibidor, listo para marcharse. Pero cuando cruzó el umbral el frío se le metió en el cuerpo y sintió un escalofrío. La casa estaba patas arriba, el mismo desastre de siempre.
- ¡Erno! - gritó enfadada.
Erno saludó desde arriba y bajó atropellado las escaleras.
- Lo siento Vera - se excusó - no pensaba que llegarías tan pronto; siéntate tranquila que enseguida termino, ya casi estoy.
Vera iba a gritar de nuevo, pero prefirió dejarse caer en el sofá.
- Erno, debes de ser el único en todo el planeta que no me esperaba... ¡todos los años me haces lo mismo! ¿Acaso no podías haber empezado a empaquetar ayer? Yo necesito mi tiempo para instalarme y no me puedo restrasar en el trabajo. ¿De quién es la culpa después? Mía y no tuya, desde luego.
- Ya, ya, si ya termino... - Erno no parecía escuchar con demasiada atención, estaba más concentrado en terminar de recoger sus cosas. Miró hacia la chimenea, todavía con brasas encendidas.
- Te dejo leña fuera por si acaso, nunca se sabe.
La chimenea, las mantas... ¡había tanto por recoger!
- Está bien, márchate, anda, ya recojo yo todo lo demás.
Erno sonrió con su habitual encanto helador y le plantó un beso en la mejilla.
- Gracias guapa, ¿sabes que eres un sol?
Vera no pudo por menos que sonrojarse y dejó escapar una media sonrisa.
- ¡Venga, largo de aquí!
Así que, enrollándose la bufanda al cuello, Erno finalmente salió por la puerta.
Vera se quedó sola y miró a su alrededor. Suspiró. Fue a la cocina y se preparó un té que hizo que entrara en calor. Después comenzó por allí mismo a preparar la casa para los próximos tres meses. Y abrió las ventanas de par en par.
Cortinas alegres, sábanas estampadas, flores en el jarrón, fruta y verdura de temporada... Vera terminó de instalarse y miró el reloj. Mediodía. Las doce y dos minutos, las doce y dos del 20 de marzo. Adiós al inviErno y bienvenida, primaVera.