Hace cuatro meses volví a empezar.
Volví a empezar cuando, después de muchas horas de operación, desperté en la UVI de un hospital y había caras sonrientes a mi alrededor.
Volví a empezar al día siguiente, dando algunos pasos por la habitación, y cuatro días después, cuando, por fin, regresé a nuestra casa adornada de rosas y con los brazos abiertos de mi gran familia, la mejor del mundo.
Volví a empezar cuando, pasados quince días, me colgué la mochila y fui a nadar, caminando y sin ninguna prisa. La primera vez hice la mitad de lo que nadaba habitualmente, pero me sentí feliz.
Volví a empezar cuando el trayecto al hospital se convirtió en la rutina de lunes a viernes, y cuando las buenas noticias médicas empezaron a sacarme la sonrisa más a menudo.
Volví a empezar tomando café y dando paseos con mis amigos, con los buenos, con los de verdad.
Volví a empezar con mis hijos, pequeños y sabios al mismo tiempo. Con mis hermanos, más cerca o más lejos pero siempre alerta. Con mis padres, convertidos en cocineros, chóferes, recaderos, sastres, expertos en bricolaje y psicólogos según el día, derrochando amor incondicional a todas horas y sin querer nada a cambio.
Y vuelvo a empezar cada día contigo, amor, que no me dejas sola ni un minuto, que te gusta sorprenderme en la cocina, que me lees libros por la noche, que me buscas y siempre me encuentras... Que has querido ver conmigo, una vez más en tu caso, la película Begin again.
Y aquí me tenéis, aquí sigo, empezando de nuevo con el despertar de cada mañana, aguardando agradecida el próximo amanecer, y todos los que quieran venir y que yo pueda ver.