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¿Queréis participar
en el concurso, chicos?
La
Bibliotecaria sonreía al tiempo que extendía su brazo derecho con intención de
entregar una hoja de papel a los dos niños. El mayor la tomó en sus manos y se
quedó observándola atentamente como si comprendiera su contenido, cosa improbable y casi imposible puesto que no sabía leer.
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¿Qué hay que hacer? -
preguntó sensato.
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En la hojita viene
todo explicado, cariño, se trata de hacer una bruja, de papel, cartón,
plastilina…, grande o pequeña, como queráis, y entregarla antes del 18 de
octubre, ¡Halloween está ya cerca!
De
vuelta a casa, los niños contaron a mamá que querían hacer una bruja. El mayor
rebuscó en su bolsillo y sacó la hoja arrugada. Mamá la leyó, se quedó pensando
durante un rato (que los niños sintieron como eterno) y por fin dijo:
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¡Manos a la obra!
Así,
durante más de dos semanas y a ratitos cada tarde, mamá y los chicos trabajaron
en el diseño y construcción de una bruja, que poco a poco fue tomando forma y color:
medía unos 60 cm. y su esqueleto estaba formado por un viejo tiesto, un globo a
medio hinchar y mucho papel, cartón y papel celo. Para que aquella combinación
tuviera aspecto de bruja, fue necesario embadurnarse de cola blanca, mancharse
de pintura y recurrir al ingenio y la imaginación.
Finalmente
la bruja quedó terminada; era estupenda, espectacular, daba miedo pero no era
mala; bueno sí, un poco. Tras un acalorado debate, en la noche del 16 de
octubre fue bautizada como “la Bruja Hechicera de Sapos y Lombrices”.
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¡Es terrorífica! –
exclamó el pequeño de la casa.
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¡Ha quedado muy chula,
mamá, ojalá ganemos el concurso! – dijo el mayor con el deseo en su mirada.
Entonces,
mamá cogió la hoja arrugada clavada en el corcho de la cocina y leyó: “la fecha de entrega será el 17 de octubre…
Las brujas ganadoras se quedarán a disposición de la Biblioteca; las demás
podrán recogerse pasados dos meses”.
El pequeño
ni se inmutó al oír aquello, pero al mayor le cambió la cara.
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¿Cómo? – preguntó sorprendido sin esperar respuesta
- esta bruja no va a ningún sitio, se queda en casa.
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¿Por qué? – preguntó mamá - ¿tanto esfuerzo para nada?
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Todo lo contrario - explicó el niño – por ella hemos estado mucho
tiempo juntos, lo hemos pasado genial y, encima, nos ha quedado preciosa. Si
ganamos, la bruja se quedará para siempre en la Biblioteca y, si no, tardarán demasiado
en devolvérnosla…
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¡Y yo quiero que se
quede aquí! – gritó el pequeño.
La decisión
parecía estar tomada así que aquella noche, después de cenar, los chicos
cogieron papel y lápices y dibujaron una bruja rodeada de murciélagos,
esqueletos y calabazas, y adornada con purpurina. Firmaron en el reverso con
sus datos y… fue esa, y no la otra, la que participaría en el Concurso de
Halloween de la Biblioteca.
Por su
parte, la Bruja Hechicera de Sapos y Lombrices miró a su alrededor y sonrió
satisfecha al contemplar su nuevo hogar.