martes, 7 de mayo de 2013

Había una Vez... La Noche en Vela

De aspecto desaliñado y ojeroso, irritable por los cuatro costados, muchos eran quienes le temían y muy pocos los que se enfrentaban a él.

Los desafortunados que de noche se habían cruzado por su camino, relataban después la horrible experiencia y, por unas horas, deambulaban hipnotizados, con la mirada perdida y rumbo incierto.
 
Su nombre era Insomnio y, en la madrugada del 7 de mayo, la Tejedora de Cuentos se topó con él.
 
En medio de una oscuridad apagada y muda, él apareció sin avisar y el corazón de ella se paró un instante. Y, mirándose fijamente, aquella descubrió el miedo propio en los ojos de aquel; su miedo y también su cansancio.

Todavía estuvo un rato quieta y callada, frente a él, hasta que finalmente se atrevió a decir: 
 
- Sé quién eres, ¿qué haces aquí, qué quieres?
 
Insomnio se encogió de hombros y agachó la mirada.
 
- Tú sabrás, ¿por qué es siempre igual? ¿Por qué me hacéis venir y luego nadie quiere saber de mí?
 
- Disculpa... debe de haber sido un error - aclaró temerosa la Tejedora -  yo no te he pedido que vinieras.
 
- ¡CLARO QUE SÍ, TÚ Y TODOS! - Insomnio gritó de pronto y con tanta furia que la Tejedora de Cuentos recordó asustada las historias para no dormir que sobre él había escuchado.
 
Lamentando el miedo que había provocado, Insomnio enseguida bajó el tono.
 
- Perdona, no quería asustarte, pero es que me da tanta rabia que no os deis cuenta... ¿Acaso crees que vengo de visita por gusto? Te aseguro que no y la verdad es que empiezo a estar cansado - mientras hablaba, Insomnio gesticulaba inquieto y se movía de un sitio a otro - Os atiborráis a café, cenáis demasiado, os lleváis los problemas a la cama... y luego, la culpa es mía, solo mía. Y cuando aparezco salís huyendo. Y si me voy, me hacéis volver de nuevo. Así, noche tras noche.
 
Ahora parecía débil y derrotado. La Tejedora comprendió que aquella figura, tan desvelada como ella, tenía razón. Y, entre otras muchas cosas que rondaban por su cabeza, se acordó entonces del café que tan imprudentemente había tomado pasadas las siete de la tarde. 
 
- Quizá tengas razón, lo siento. ¿Te he despertado? - preguntó apurada.
 
Insomnio dejó escapar una sonrisa agridulce.
 
- Pues sí, me has despertado, para variar. Pero no sufras, ya estoy acostumbrado. Sin embargo, podrías hacerme un favor.
 
- Claro, dime qué necesitas.
 
- ¿Me harías compañía un rato?
 
Y así fue cómo Insomnio y la Tejedora de Cuentos pasaron juntos las horas que faltaban hasta el amanecer, compartiendo confidencias y una infusión caliente.

Por fin, el gallo cantó.
 
- Vaya, creo que es hora de decirte adiós, Tejedora, ha sido agradable pasar un rato contigo - confesó Insomnio con cierto rubor - ¿Volveré a verte?
 
La Tejedora sonrió y respondió con franqueza:
 
- Tal vez, pero no te prometo nada...