jueves, 6 de diciembre de 2012

Había una Vez... Un Robo en la Madrugada

La Noche estaba intrigada. Hacía ya varios días que alguien estaba robando su tiempo. Al principio no se dio cuenta, pues eran pocos los minutos que faltaban. Pero después fueron desapareciendo cada vez más, y más, y más... hasta convertirse en horas enteras.
 
Dispuesta a descubrir al ladrón, la Noche decidió poner una trampa, y encontró en el trastero una de esas que antaño se utilizaban para cazar ratones. La dejó en un lugar estratégico y sobre ella colocó varios minutos. Luego se escondió y esperó paciente durante un largo rato.
 
Ya estaba a punto de quedarse dormida, cuando de pronto escuchó un ruido y adivinó sombras en la oscuridad. Justo después, oyó el previsible y brusco ¡ZAS! de la trampa.
 
- ¡¡Ay!! - gritó alguién.
 
La Noche salió rápida de su escondite, blandiendo un palo de escoba a modo de improvisada arma.
 
- ¿¿Tú?? - preguntó sorprendida al verse cara a cara con el ladrón - ¿qué haces aquí robando mi tiempo?
 
La Tejedora de Cuentos se frotaba una mano atrapada en el cepo.
 
- ¿Quieres por favor ayudarme? ¡Este artilugio me está destrozando los dedos!
  
- Perdona, ¿cómo iba a saber que eras tú? -  y la Noche se apresuró a ayudar - Llevas más de una semana robándome el tiempo, ¿cómo se te ocurre?
 
Con su mano ya liberada, la Tejedora respondió:
 
- Lo siento, no me doy ni cuenta, perdona. ¡Si es que me pongo a escribir y me faltan horas!
 
- ¿Y me las tienes que robar a mí? - preguntó la Noche fingiendo molestia.
 
La Tejedora de Cuentos no contestó. La miró y sintió un poco de envidia mezclada con impotencia. Tenía delante a La Noche de Diciembre, atiborrada de largas horas frías, muertas y vacías. ¡Lo que daría ella por tener siquiera la mitad de su tiempo! El día era muy corto para ella y amanecía siempre con demasiadas cosas por hacer. Y cuando por fin podía coger aguja e hilo... era ya tarde para tejer.
 
La Noche, que de sobra sabía lo necesitada de tiempo que estaba aquella Tejedora, decidió ser generosa y llegar a un acuerdo.
 
- Vamos a hacer un trato - explicó - siempre y cuando dejes horas suficientes para dormir, soñar y descansar, podrás "robarme" las que necesites con una condición.
 
- ¡Claro, sí,sí, por supuesto! - aceptó de inmediato la Tejedora - ¿qué quieres a cambio?
 
- Que me escribas un cuento.
 
Y desde entonces la Tejedora de Cuentos no duerme, pensando desvelada en cumplir su promesa.