miércoles, 26 de septiembre de 2012

Había una Vez... Las Palabras Perdidas

Aquella tarde de martes, que sorprendió a todos con un desagradable frío inusual para finales de septiembre, la Tejedora quiso escribir y no encontró las palabras por ningún lado. Al principio no le dio importancia, pues pensó que andarían por cualquier sitio escondidas, quizá por voluntad propia o tal vez víctimas de las trastadas de Luis y Jorge, los "ratones" de la casa.
 
Pero después de un rato sentada frente al ordenador sin escribir absolutamente NADA, la Tejedora notó que su pulso se aceleraba, su corazón latía a un ritmo desordenado, sus manos inmóviles comenzaban a tener calambres y la silla se hacía cada vez más incómoda. Entonces se levantó y empezó a buscar por los cajones, las estanterías, las carpetas que tenía amontonadas sobre la mesa... pero no encontró ni una sola palabra.
 
Salió de la buhardilla donde se encontraba y descendió acelerada por las escaleras de caracol que morían en el sótano. Allí volvió a buscar por todas partes, moviendo con rabia las cajas de cartón llenas de polvo que dormitaban desde hacía años en la oscuridad de aquel lugar.
 
Al cabo de un par de horas, esa agitación inicial, transformada después en furia,  pasó finalmente a convertirse en una completa, absoluta y fatigosa resignación. Así que la Tejedora subió por las escaleras de caracol, esta vez arrastrando los pies, hasta alcanzar el desván donde su ordenador seguía abierto mostrando en la pantalla una página blanca y vacía. Se acercó a la mesa y cerró la tapa con cuidado, se sentó otra vez en la silla que ya no era tan incómoda y esperó pacientemente a que las palabras volvieran, no antes ni después, sino cuando a ellas les diera la real gana de volver.