viernes, 21 de septiembre de 2012

Había una vez... Un Zumo de Naranja al Despertar

Había una vez una Tejedora de Cuentos que decidió crear (por fin) un blog, con el firme propósito de abrir cada noche (o casi todas) y escribir en él un cuento, por pequeño e insignificante que fuera, inspirado en lo vidido cada día. 
 
La primera noche que se puso a escribir repasó mentalmente, delante del teclado de su ordenador, lo que le había ocurrido aquel día. Y cuando finalizó aquel repaso, supo lo que de verdad merecía ser contado aquel 20 de septiembre de 2012.
 
Aquel día, a la hora del desayuno, había tenido que mezclar zumo de naranja natural y recién exprimido con otro zumo mucho menos natural y menos exprimido procedente de un brik de marca blanca. Cuando sus hijos Luis y Jorge (5 y 3 años) entraron en la cocina, contemplaron decepcionados que mamá ya había hecho los zumos y eso significaba que hoy no participarían de una tarea que, sorprendentemente, les encantaba realizar cada mañana: cortar y exprimir naranjas, subidos en la encimera.
 
La mayor cantidad de zumo natural (del poco que salió de las tres últimas naranjas que había en el cajón de la nevera) se la dejó a Luisete, su hijo mayor, aunque no sin cierto cargo de conciencia se reservó un poco para ella misma, pues madre e hijo eran incondicionales del zumo de naranja natural y fresquito cada mañana.
 
Sentados ya a la mesa del desayuno, Jorge bebió su leche, mamá se bebió el zumo y Luisete... notó enseguida la mezcla. Tras un silencio que se hizo muy largo, éste miró a su madre, guiñó su ojo derecho y preguntó: "¿de verdad pensabas que no me iba a dar cuenta?".
 
De camino al colegio, Luisete recordó al menos tres veces que había que comprar naranjas, pues "el zumo de brik es horrible, mamá". Así que antes de llegar al trabajo, la Tejedora pasó rápidamente por el supermercado y compró dos bolsas grandes de naranjas, pero no de las que se supone que son para zumo (feas y pequeñas), sino de las buenas, las que llaman "de mesa", pues a los amantes del zumo de naranja natural, recién exprimido y fresquito cada mañana no nos vale cualquiera. 
 
La gestión del súper le supuso llegar diez minutos tarde a la primera renión del día, pero resolvió el asunto inventándose una excusa que fue aceptada felizmente por todos los asistentes.
 
Porque... ¿qué son diez minutos, comparados con la tranquilidad de saber que mañana, al despertar, habrá deliciosas naranjas frescas en la nevera, esperando a ser exprimidas con la ayuda de tus hijos?
 
Y, colorín, colorado, el cuento de las naranjas se ha acabado.